El discurso del pintor, grabador, escultor, dibujante y diseñador mexicano Fernando Leal Audirac (1958) es una travesía íntima y monumental que parte de obras creadas desde 2020 hasta la actualidad que se despliega en su próxima exposición La monumentalidad de lo íntimo en el Museo José Luis Cuevas.

En esta muestra, Leal Audirac rinde homenaje a la escultura La Giganta, de Cuevas, proponiendo un diálogo visual y conceptual entre su obra y la de su amigo y colega.

Las 35 obras de Leal Audirac, concebidas para flotar en el espacio expositivo, se presentan en gran formato y evocan la sensación de una pequeña capilla, donde la escala y la atmósfera invitan a la contemplación. El artista utiliza técnicas clásicas, como el grafito sobre superficies preparadas con técnicas tradicionales para lograr resultados de una modernidad extrema.

En entrevista con MILENIO dice que esta combinación de lo antiguo y lo contemporáneo dota a sus obras de un carácter casi irreproducible, con superficies que reflejan y ocultan invitando al espectador a descubrirlas desde distintos ángulos para celebrar los 33 años del Museo José Luis Cuevas.

Leal Audirac cuenta que explora la “mirada interior” no solo en el sentido poético sino como una visión auténtica de lo que se percibe al cerrar los ojos. Sus cuadros se convierten en cuadernos de apuntes del “gran arquitecto del cosmos”, donde el espectador se sumerge en paisajes que pueden evocar desde el origen del universo hasta la colisión de meteoritos que dieron forma a los continentes.

El artista asegura ser el primero de su generación en exponer en 1993 en el Palacio de Bellas Artes.

Herencia y ruptura

De acuerdo con el creador, estas formas pueden sugerir tanto el nacimiento como el fin del cosmos o incluso adquirir una dimensión sexual, envuelta en la dualidad de lo masculino y lo femenino.

Las 35 obras de Leal Audirac se presentan en gran formato y evocan la sensación de una pequeña capilla. (Jorge Carballo)
Las 35 obras de Leal Audirac se presentan en gran formato y evocan la sensación de una pequeña capilla. (Jorge Carballo)

En la obra de Leal Audirac resuena una postura medieval de fe, donde la convicción no requiere demostración. Sus piezas se sitúan en la frontera entre la filosofía y la teología, explorando el vínculo entre el dibujo y la pintura a través de técnicas ancestrales, pero con una mirada absolutamente contemporánea, potencia visual y conceptual.

Hijo del muralista Fernando Leal (1896-1964), el artista traza una línea clara entre su obra y la de su padre. Su inspiración se inclina más hacia el orientalismo, aunque reconoce afinidades en la monumentalidad.

Su proceso creativo, especialmente durante la pandemia, dice, se nutre “de una visión apocalíptica y personal, donde lo microscópico adquiere dimensiones colosales y el color se convierte en reflexión y síntesis de su trayectoria”.

Leal Audirac relata que la relación de con José Luis Cuevas fue de amistad y colaboración, compartieron proyectos editoriales y encuentros con la intelectualidad mexicana de los años 80. Estos vínculos dieron origen a iniciativas culturales de gran relevancia, como el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), y se nutrieron de la tradición de tertulias y grupos de discusión que marcaron la vida cultural del país, como el Grupo de los Viernes.

Desde niño, Leal Audirac osciló entre la ciencia y el arte, encontrando en el dibujo y la pintura su verdadera vocación. Su formación, influida por su madre pintora y por el entorno intelectual y artístico de su familia, lo llevó a convertirse en un referente no solo como artista, sino también como asesor e historiador del arte, colaborando en investigaciones fundamentales sobre el muralismo y la pintura mexicana.

La exposición de Fernando Leal Audirac es una invitación al Museo José Luis Cuevas, donde los asistentes podrán adentrarse en un universo donde lo íntimo y lo monumental se entrelazan, donde la técnica antigua se reinventa y donde la mirada interior del artista se convierte en espejo y cosmos para el espectador.

¿Cómo era su relación con José Luis Cuevas?

Era de amigos, de colegas, aunque él siempre se fue por el dibujo, sin embargo, llegamos a coincidir en varios proyectos, como en la Revista de la crónica de la Ciudad de México; los primeros cuatro números yo lo ilustré después el maestro Cuevas ilustró los siguientes.

«Naturalmente, coincidimos en casa de muchos amigos en común y en los años 80, cuando yo tenía mi famosa reunión de intelectuales de los viernes, él era miembro asiduo, como don Ernesto la Peña, Juana Biblos, Arturo González Cosío, Enrique González Rojo, Rocío Mireles, don Antonio Gómez, Robledo, la doctora Alejandra Moreno Toscano, bueno todo toda la intelectualidad, teníamos más de 100 integrantes, como Magali Tercero, Francisco Martínez Negrete y Rogelio Cuéllar».

El artista comenta que este grupo, que empezó a reunirse en los años 80, es importante debido a que de ahí nació el proyecto cultural del Estado mexicano moderno, conocido como Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).

“Sus antecedentes viene de dos grupos preexistentes: el Grupo del Mate, que formaron los Méndez Blancarte, el padre Valdés y mi papá en 1926 y al que pertenecieron todos los intelectuales de América Latina y de México, que estaban o que pasaron por aquí como Gabriela Mistral o Pablo Neruda. En ese grupo también participaron Octavio Paz, Alfonso Reyes y Juan José Arreola. Posteriormente se creó el Grupo de los Lunes, en los que participan mujeres artistas y arquitectas y de las experiencias de los dos nació el Grupo de los Viernes”.

BSMM



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